El espacio de creación en la obra de Adriana Barrios se ubica en ese extraño umbral entre el sueño y la vigilia: un estado donde el tiempo y el espacio se fusionan en miles de imágenes, una circunstancia donde la realidad se mezcla con la ficción para producir iconografías muy propias, plenas de figuras religiosas, santos, vírgenes, personajes míticos, leyendas, sucesos reales, figuras ancestrales, constelaciones familiares, representaciones del mundo espiritual… Estamos ante una excepcional Geografía de la Imaginación compuesta por pequeños dibujos (16 no más grandes de 23 x 23 cm y dos de 60 x 50) organizados a la manera de una cartografía de la ensoñación. Adriana se ubica en el Tiempo del Sueño donde conviven el pasado, el presente y el futuro en líneas cruzadas. Pero también estamos frente al Sueño del Tiempo que reúne memorias azarosas, ideas dibujadas en horizontes cósmicos, visiones que bajan del cielo pero no llegan a posarse en el suelo.
Metodológicamente, el relato establecido se asemeja a la narrativa de un Tarot con arcanos asociados a su propia experiencia espiritual y religiosa –una experiencia que bien puede extenderse a la experiencia humana. Así como el Tarot funciona para que una persona pueda encontrar en su subconsciente las respuestas que de otra forma no podría averiguar, Adriana articula un mapa de sueños que muestran la búsqueda del conocimiento humano, el sentido de la vida y la muerte, el amor y la belleza. Utiliza el collage, el dibujo, la pintura y la sublimación de telas como instrumentos de interpretación que le permiten el acceso a una nueva realidad o, más bien, un nuevo mundo ficcional. Afina nuestros pensamientos y emociones, abre diálogos con el alma o con conflictos que nos acosan como el cambio climático y la libertad.
El proceso comienza a llevarse a cabo a las cinco de la mañana, esa hora temprana que enlaza a la noche con el día. En silencio, pero con mucha energía, van surgiendo las imágenes, estableciéndose las asociaciones. A veces una figura se sobrepone a otra que desaparece en capas o se difumina en claroscuros. Cada una se conecta con distintas épocas y sueños. Los elementos van armando cartas de la memoria, conexiones ancestrales, no como hechos narrados, sino como constelaciones de significados. El curso del progreso de los collages es fluido, es una transformación que recorre el papel y las ideas y contiene la realización de varias obras simultáneamente. Desde donde comencemos el recorrido en este conjunto de arcanos, funcionarán encuentros inesperados. Cada trazo es un renacimiento, cada dibujo es una clave para acceder a la verdad en formas diferentes, cada imagen contiene un mundo –el mundo.
María Luz Cárdenas