Roland Barthes nos sugiere que “la vida nunca hace otra cosa que imitar al libro, y ese libro mismo no es más que un tejido de signos”. Estas palabras resuenan con el espíritu de Hilachas. Cada una de las piezas, figuradas en la intersección de colores, formas y diálogos, implica un recorrido interior por las profundidades de un instante. En este sentido, participamos con nuestra lectura de un coloquio franco con la intimidad que, día tras día, se piensa a sí misma para hacerse mundo, para habitar. Así, entre la aspereza y suavidad de las puntadas, vamos reconstruyendo poéticas de la vida, que no aspiran a otra cosa que ser.
De alguna manera, el gesto de Noujaim evoca la imagen ancestral de Helena, Penélope o, incluso, de las Moiras, que, al tejer, revelan la posibilidad de iniciarse en los misterios del destino. También aquí intuimos la presencia de Ariadna, quien sostiene con firmeza el hilado que finalmente da forma al laberinto, y la de aquel primer rapsoda, que sigue cosiendo en la comisura de las palabras la inmortalidad.
Así pues, los hilos y el fotoperformance, que emerge por la complicidad de los fotógrafos Mónica Trejo, Miguel Ángel Alonso y Andrés Landino, se han entrecruzado para susurrar al unísono múltiples historias, que, en el acto de zurcir, adquieren la condición de particulares y universales. Solo en este vaivén eterno, como ocurre en el proceso de la lectura, se abre un portal de experiencias y recuerdos que nos hablan de la pandemia, la crisis venezolana y de eventos personales en una oralidad textil y visual.
EXPOSICIÓN 360