Cinco comunidades unidas en un proyecto: cientos de imágenes nos descubren los detalles, los afectos, la cotidianidad de los niños y adolescentes que han aceptado la invitación a fotografiar libre y creativamente, a observar su entorno y capturar instantes, a mirar y coexistir, a abrazar la diversidad y apreciar aquello que, por cercano, damos por obvio.
Desde 2019, el programa fotográfico de Espacio Anna Frank ha reunido el talento y las voluntades de fotógrafos, docentes, líderes comunitarios, gestores culturales, madres, padres, representantes e instituciones que se han sumado a tejer redes que generen transformación y ofrezcan oportunidades.
Miramos a partir de lo que llevamos dentro, la mirada nos distingue y delata: “Los ojos de los seres vivos poseen la más sorprendente de las virtudes: la mirada. No existe nada tan singular (…) ¿Cuál es la diferencia entre los ojos que poseen una mirada y los ojos que no la poseen? La vida. La vida comienza en donde empieza la mirada” (Amélie Nothomb).
Miramos a otros y nos miramos a nosotros mismos en las imágenes que construimos y consumimos. Con la mirada establecemos relaciones que, en oportunidades, nos devuelven nuestro propio reflejo o nos conducen a hallazgos.
La cámara resulta un instrumento de observación que permite desarrollar procesos de aprendizaje. La fotografía funciona como medio, excusa y recurso para iniciativas que, como esta, promueven la reflexión, el acercamiento y la comprensión. Esta idea es llevada a la práctica a partir de metodologías que incorporan la fotografía en actividades que estimulan a valorar y conectar. Desde la representación hasta las narrativas visuales y las historias de vida, esta experiencia tiene como punto de partida la fotografía y a través de ella promueve la participación, el intercambio y el acercamiento respetuoso a distintos contextos y realidades.
Sin idealizaciones ni prejuicios, estas imágenes nos presentan la cultura, el imaginario y la identidad local. La intimidad y lo público, el espacio urbano y lo doméstico, el caos y el orden, todo se mezcla en esta crónica visual colectiva. La fotografía, una vez más, resulta una metáfora de la vida: hay que tomar decisiones, enfocar, encuadrar, componer. Mediante este recorrido reafirmamos que la palabra “nosotros” siempre contiene a los “otros” y que, aún en la actualidad, nos seguimos encontrando en los espejos de la memoria, en el gesto sensible de la mirada y en el rastro de la luz atrapado por la fotografía.
Texto cortesía de Johanna Pérez Daza.
Fotografías por Christian Lazo